sábado, 9 de noviembre de 2013

Carta a Nuestro Hijo por Nacer

"Dios es Amor, y el que permanece en el Amor, permanece en Dios y Dios en él."(1 Jn 4,16).

 A nuestro regreso de un viaje que hicimos a finales del mes de marzo, con Luis, tú papá, nos enteramos que Dios nos había entregado una nueva Bendición para nuestro hogar.  Para entonces yo tenía cerca de dos meses de embarazo.  Con mucha alegría le contamos la nueva buena a tú hermana Valeria (1 año y 5 meses), quien a su manera se mostró muy contenta.  Tal como lo hicimos con tu hermanita, comenzamos a darte todas las atenciones que necesitabas para que fueras creciendo sano y fuerte.  Al día siguiente que nos enteramos fuimos con tú papi a Misa en la Iglesia de la Parroquia San Antonio María Claret, para darle gracias al Señor por tú presencia en nuestras vidas, y al terminar nos acercamos hacia la Virgen de la Buena Esperanza, y te encomendamos a Ella, pidiéndole que desde ese día te proteja, te llene de bendiciones, y sobre todo te guíe por el camino que lleva a Nuestra Señor Jesucristo.Mamá, Papá y Valeria. 


El 26 de junio, acudimos a la cita mensual con el ginecólogo, cuando yo tenía 4 meses de embarazo, y era una cita algo especial porque íbamos a conocer tu sexo.  La cita se desarrolló normal hasta cuando el doctor comenzó hacer la ecografía.  Con tu papi nos comenzamos a sentir nerviosos e inquietos porque el doctor había cambiado de semblante en su rostro.  Luego de unos minutos nos dijo que algo andaba mal y nos explicó que no se había cerrado el tubo neural, diagnosticándote “anencefalia” (ausencia de cerebro).  Los dos nos quedamos desconcertados, jamás nos imaginamos que algo así te podía pasar.  Nos explico lo que se trataba el diagnóstico, indicándonos que los bebes anencefálicos son bebes no viables, y que fallecen luego de una horas de haber nacido.

El dolor en nuestros corazones fue muy fuerte, nos sentimos angustiados y nerviosos.  Como en todas las citas, nos había acompañado Valeria, y ella de alguna manera sabía que algo les pasaba a Papá y Mamá.  Al terminar la cita el doctor nos dijo que sea cual sea nuestra decisión, él nos apoyaba.  Al entrar al auto, tu papi y yo nos pusimos a llorar mucho por lo que estábamos pasando, tratábamos de encontrar una explicación pero no la teníamos.  Ambos necesitábamos estar cerca de Dios y de la Virgen y es por eso que decidimos ir a visitar a nuestro director espiritual, de quien sus palabras nos tranquilizaron, más que nada porque sentimos que era Dios quien nos la decía y nos hacía sentir que no estábamos solos y que siempre íbamos a tener la compañía de Nuestra Santísima Madre, la Virgen María y nos ayudo a entender las Gracias que habíamos recibido.

Así también tuvimos las Gracias de conversar con otro Sacerdote amigo quien nos dio ánimos, nos habló sobre el Amor del cual teníamos que llenarnos para ser fuertes y la serenidad y madurez de la Fe que el Señor nos quería llevar por medio de la cruz.

En ningún momento, se nos pasó por la mente la posibilidad de interrumpir el embarazo; al contrario, nosotros sentíamos que el Señor esperaba de nosotros un “Sí, Padre”, aunque en ese momento lo que más me angustiaba era no saber como podría soportar el sentir tus movimientos y el saber que estabas vivo y que al final no te podría tener conmigo.

A medida que nuestros familiares y amigos más cercanos se fueron enterando de tu diagnóstico, comenzamos a sentir la presencia de Nuestro Señor, que se reflejaba en el amor que nuestra familia y amigos nos entregaban, acompañándonos desde ese día hasta ahora con sus oraciones.  Algunos nos dijeron que nuestra decisión era un acto de valentía, que era un sacrificio pero nosotros lo sentimos como un acto de Fe, como una respuesta a ese Credo que profesamos y que cada domingo lo confirmamos en la Santa Misa.

Al pasar los días y al estar más tranquilos, comprendíamos que los siguientes 5 meses iban ser días difíciles, pero con tu papi los hemos vivido tal como unos padres esperan la llegada de su  hijo.  Sólo hubo una cosa que nos preocupaba, el saber que existía la posibilidad que mueras antes del nacimiento o que suceda al momento de nacer.  Nuestra preocupación era porque así como lo hicimos con Valeria, queríamos que formes parte de la Iglesia de Cristo, y deseábamos que recibas el Sacramento del Bautizo.  Desde entonces hemos pedido a la Santísima Madre, la Virgen de la Buena Esperanza su intercesión ante su Hijo, para que nos entregue la gracia de poder tenerte con Vida al momento de nacer y nos permita poder bautizarte inmediatamente.  Estamos llenos de esperanza de saber que serás parte del “equipo” de Jesús, y mejor aún que jugarás en el equipo “titular”.

Con tu papi, queríamos que tengas un nombre por el cual todos te mencionen y que cuando recen por ti, sepan por quien pedir, es por eso que decidimos llamarte Marcelo Andrés.  Tu papi había leído la biografía de Marcelo Javier Morsella, un joven seminarista argentino del Instituto del Verbo Encarnado, fallecido mientras cursaba el Seminario, cuya vida fue un ejemplo de caridad y de Amor por Jesús y la Virgen, que es lo que nosotros deseamos de Valeria, de ti, y de todos los hijos que el Señor nos entregue, por eso te pusimos Marcelo.  Andrés te pusimos por el Apóstol San Andrés;  quien fue el primer apóstol que llamó Jesús.  Es nuestra ilusión que si es la Voluntad de Dios, alguno(s) de nuestros hijos sea llamado a la Vida Religiosa, entonces sentimos que eres tú el primero de nosotros que has sido llamado por Nuestro Padre a la Santidad y a la Vida Eterna.

En los siguientes meses hemos seguido con nuestras citas con el ginecólogo, entregándote la misma atención que tuvimos con Valeria.  Ha habido momentos difíciles, de mucha pena y dolor, pero siempre nos hemos refugiado en Cristo, buscándolo en la Eucaristía, buscando no sólo consuelo, sino también fortaleza para seguir con esta prueba; pidiendo siempre la intercesión de Nuestra Madre. Todos los meses muy feliz he ido a consagrarte a Jesús por María Santísima a través de la Virgen de la Buena Esperanza, quien como Ella, junto a José pueden  comprender nuestro dolor, ya que ellos vivieron la dolorosa previsión de la pasión de su Hijo.

Poder explicar lo que sentimos como tus padres es difícil, es una mezcla de sentimientos, pero que sobresale siempre el Amor a Dios.  Humanamente no habría palabras para entenderlo, pero todo está en los misteriosos planes de Dios, al que no se le escapa ni siquiera la caída de uno solo de nuestros cabellos.  Por algún motivo que nosotros no entendemos, Dios te ha elegido Marcelo Andrés para llevarte rápidamente a gozar en el cielo junto a El y sus ángeles sin necesidad de que pases por las tribulaciones del mundo.  Recuerdo que Marcelo Javier Morsella decía a Jesús, “Sé que encontrarte es mi camino…..” y el Señor te ha enviado para que nos ayudes a seguir ese camino, que seamos constante en esa búsqueda a pesar de que las pruebas sean difíciles, seguros de que esos momentos El no nos olvida.

Ahora estamos a pocos 8 días de conocerte.  A pesar de los dolores físicos, las molestias propias de un embarazo, el saber que te tengo conmigo, que vives cada día, hace que el dolor y las molestias no sean nada comparado con el amor que ambos nos hemos entregado día a día.  Con mucha alegría escogimos el  21 de noviembre para tu nacimiento, día que se celebra la Presentación de la Virgen María.

Es verdad que el dolor es más intenso en estos días, que los miedos y las angustias se hacen más fuertes, pero vivimos también con la esperanza de conocerte, de saber que vamos a compartir contigo, que Valeria te conocerá, y quizás con la esperanza que Jesús obre un milagro.  Nosotros en ningún momento te hemos ocultado, lo hemos conversado abiertamente a todos nuestros amigos y familiares, y es nuestro deseo que tu testimonio de vida sea conocido por mucha gente para que sepan que con Amor y con mucha Fe existen otros caminos mejores que el abortar.  Si en alguna parte del mundo alguien conoce tú historia, y sirve para salvar a un niño de ser abortado, entonces, se habrá obrado el milagro que hemos pedido.

Te Amamos...

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